Hoy, tras la comida del mediodía, he ido caminando desde Buñol a Chiva. He subido por la cuesta de la ermita de San Pedro, el actual camino que sube desde el paseo de Borrunes a la partida del Almasan, dejando a mi derecha Mazinger y a mi izquierda el cuartel. No he podido resistir la tentación de hacer una fotografía del castillo antes de abandonar el casco urbano de Buñol:
Las huertas del Almasan estaban llenas de vida, conocidos recolectando las olivas y paseantes que, como yo, habían salido a disfrutar de la buena tarde que hacía. Hace años esta forma de recoger las olivas no era la habitual, prácticamente se tapiza el suelo con redes que permite hacerlo con más rapidez y menos esfuerzo:
Observo un árbol que contiene muchos caquis y que contrasta por la casi ausencia de hojas en sus ramas:
Miro al cielo y su limpio azul estaba salpicado de abundantes cirros que con el Sol a unos 40 grados sobre el horizonte hacía presagiar la aparición de algún parhelio:
Cuando atravieso la cañada de la partida de Baiba, por la vereda, observo un efecto en el cielo curioso, la sombra de la estela de un avión en las nubes, dando un aspecto tridimensional:
Y como había pronosticado apareció el parhelio, cuando estaba llegando al final de la cañada de Farrajón:
Cuando iba por un camino paralelo a la vía del AVE oí un sonido que no lo reconocí y de pronto me volví y vi pasar como una exhalación el tren hacia Valencia, la sensación que experimenté fue de admiración por la tecnología, aunque opino que el AVE fomentará, todavía más si cabe, la despoblación de las zonas rurales. Cuando ascendí por la montaña que el AVE atraviesa por un túnel hice varias fotografías con la suerte de que el tren volvió a pasar hacia Madrid:
Ya anochecido y después de ver todos los matices del crepúsculo ascendí hasta el punto geodésico de la Loma del Castillo de Chiva y quedé sorprendido del paisaje que puede verse en todas las direcciones, hacia Cheste, Buñol y Valencia:
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